Época: Vida cotidiana
Inicio: Año 1600
Fin: Año 1660

Antecedente:
Vida cotidiana en la España del Siglo de Oro



Comentario

Fue un estamento numeroso, que destacaba especialmente por su poder económico. Sin embargo, en su seno también podían observar claras diferencias de situación jerárquica. Así, mientras que el alto clero se codeaba con la alta nobleza y la monarquía, algunos sacerdotes apenas poseían recursos muy limitados. La sede eclesiástica de Toledo fue la más rica de España, alcanzando unos 200.000 ducados de renta.
El número de clérigos fue alto, si bien no tanto como a veces se ha querido ver. Ya en la época algunos pensadores denunciaron lo pernicioso de mantener un número tan alto de clérigos. Lo cierto es que desde la Contrarreforma se fomentó la ordenación de sacerdotes, alcanzándose a finales del XVI el número de 100.000. El Concilio de Trento promocionó el papel del clero secular frente al regular, fomentando la figura del párroco y convirtiendo al obispo en la máxima autoridad en materia eclesiástica. El motivo de ello es atajar a los díscolos monasterios y conventos, cuyo control se quiere asumir desde Roma. Así, se establece una reestructuración de las órdenes religiosas, suprimiendo algunas y refundiendo otras. El monacato femenino crecerá hasta igualarse con el masculino, cuyo número ha experimentado un vertiginoso descenso.

Fomentados por Roma, los clérigos aumentan como lo hace también su capacidad económica y de intervención en la vida cotidiana. Controlan la educación, la beneficencia, el régimen festivo, y poco a poco ser convierten en una referencia de primer orden en la vida de las localidades. La Contrarreforma intenta así evitar el peligro que supone la desviación de la doctrina, de la que hace una interpretación rígida y rigurosa. La moral se estrechó hasta límites hasta entonces no conocidos, y el control de los párrocos sobre las conductas ajenas se hizo cada vez más visible, reconviniendo especialmente aquéllas que atentaban contra la castidad y el recato sexual. El galanteo de monjas, por ejemplo, fue una actividad muy perseguida.

El control del clero de la vida cotidiana se hizo de manera programada. Desde Trento se dieron instrucciones para que el párroco local ordenara y administrara la vida de la comunidad, no sólo en los aspectos eclesiásticos. A partir de entonces se le considera responsable de la educación moral y espiritual de sus feligreses, y debe anotar y estar presentes en todos los acontecimientos relevantes de la vida cotidiana: bautismos, defunciones, bodas, fiestas, misas dominicales y diarias, etc. La iglesia se convierte así en reguladora y centro de la vida diaria, centralizando en su edificio y en la figura del párroco la administración de la fe y la religión. Así, la misa sólo puede oficiarse en la iglesia, que deberá tener unas determinadas características. El rito se regula en tiempo y forma, y los comparecientes han de adecuarse a unas normas concretas en cuanto a su comportamiento. Se impone un nuevo misal y un breviario romano, en aras de lograr una uniformidad que hasta entonces no era la norma. Sin embargo, se trata de un proceso lento, tardándose más de cincuenta años en conseguir la uniformización del culto. Además, la prohibición constante de trabajar en domingo indica que era una práctica repetida.

La nueva ideología contrarreformista se instaló más fácilmente por medio de la iconografía. Fiestas, romerías y procesiones sirvieron de vehículo para hacer llegar al pueblo la doctrina religiosa oficial, y cada vez se fueron haciendo más complejas y llenas de ceremoniosidad.